Entre la cordillera y el litoral.
Fotografía Digital
2017
La serie de casas abandonadas o sin terminar, de madera polvorienta y techos de zinc oxidados, dan la sensación inicial de ser un pueblo olvidado en pleno corazón de la selva. Y, sin embargo, es Quibdó, la ciudad capital del Chocó. Cuenta con una única avenida, llena de baches, paralela al río Atrato. Las demás son calles estrechas y retorcidas infestadas de motos como si fueran moscas y con escaso o casi nulo pavimento. Dentro del calor ardiente, la humedad y la lluvia se puede percibir la inundación de problemas, de necesidades, de injusticias. Se siente el racismo inminente, la corrupción. Se ve como no hay dinero para la comida ni para las viviendas, pero si para el alcohol, la moto, el ultimo smartphone, las más novedosas extensiones o el mejor parlante. Un sinfín de prioridades invertidas.
En esta tierra de contrastes, la pobreza de los 300.000 chocoanos se confunde con el oro, el platino, la madera, el plátano y el abundante pescado. Es tal el desequilibrio, que allí está el índice más alto de necesidades básicas insatisfechas, 86% frente al promedio nacional que es del 45%. Pero sin embargo se siente latente la unión entre los vecinos, la amabilidad y empatía entre los ciudadanos. Es evidente las ganas de salir adelante, el amor por el deporte y la danza, se hace visible el ejemplo de lo fácil que es ser feliz. En esta serie de fotografías busco mostrar a los seres humanos que habitan este lugar tan particular, las personas que lo encarnan, que lo viven, que lo sufren, que lo sienten y que lo aman. Me interesa mostrar la cotidianidad de Quibdó, sus personajes y su día a día, dentro de su invisibilidad nacional e internacional.